POLA BERTÉ: LIBRO DE MANUEL HUERTAS VERGARA
Por Rúber Burgos Alvis
“Del corazón de la tierra sabanera brotó un día Pola Berté.
Mujer de la otra era según los viejos. Mujer de siempre según los nuevos…”
Con el párrafo anterior, Julio Sierra Domínguez, profesor
asociado de la Universidad de Sucre, inicia la presentación del libro “Pola
Berté-comento de un porro juglaresco”, de la autoría de Manuel Huertas Vergara,
un arquitecto que ha consagrado gran parte de su vida a las investigaciones
folclóricas más que a su profesión y adelantado un interesante trabajo en favor
del rescate de la identidad cultural de la “geoetnia sabanera”.
“Con Pola empieza la historia de un porro juglaresco
envuelto en una mujer de tez clara, rostro agitanado y ojos pardos, según
cuentan las fuentes que nutren páginas de vida hechas folclor…” –sigue diciendo
Sierra Domínguez--.
Cabe citar aquí que:
“Folclor es la tradición cultural, popular, típica, viva de un pueblo”,
conforme a la definición planteada por Guillermo Abadía Morales, que retoma y
ratifica Guillermo Valencia Salgado (El Gran Goyo) en su obra “Córdoba, su
Gente, su Folclor”.
Incuestionablemente, Pola Becté (preferible a Berté, por
razones de idiosincrasia) es un símbolo del más auténtico flolclor de la
sabana, que va indisolublemente ligado a la tradición popular de la región y a
las célebres corralejas del 20 de Enero.
Es el equivalente de la María Barilla de los cordobeses. Es
la María Barilla de los sincelejanos. Ambas dieron nombre a un porro
juglaresco, con sabor a fiesta, con sabor a vida. El de María Barilla es el
himno folclórico del Departamento de Córdoba.
María Barilla cimbreó sus hermosas y vibrantes caderas de
hembra brava en las corralejas del 20 de Enero en Montería y en las fiestas
bravas del Sinú. Pola Becté enloqueció por completo a sus admiradores y
estremeció la moral de los pacatos de la placita de Mochila en Sincelejo y las
multitudes de las corralejas sabaneras, con el movimiento zaramullo de su
cuerpo en celo.
Obsérvese la forma como describe Huertas Vergara a Pola
Becté, seguramente apoyándose en fuentes orales: “Una mujer de tez clara, rostro agitanado y ojos pardos que bailaba de
alegría… pisando menudito en la arena del patio… jadeando su talle quebrado y
abriendo en abanico aquella mata de pelo azabache que le caía como atarraya
hasta sus caderas”.
Otras fuentes sostienen que María Barilla “era flaca y de
mediana estatura, pero elegante y vistosa… pelo negro ondulado, largo hasta la
cintura”.
Y Florentina Solera Fuentes, una anciana centenaria, en
entrevista concedida a Blanca Stella Brunal para El Universal, describía a
María Barilla como “una china blanca, muy bonita, pelo largo, que hasta porro
le sacaron”.
Se dice que de las bailadoras de fandango de la época “sólo
tres llegaron a la altura técnica de María Barilla: Ofelia Suárez, Pabla Romero
y Pola Berté”.
En todo caso, mito, leyenda o fabulación en que se hayan
convertido con el correr del tiempo, su existencia es real. Y esa realidad
matizada es tratada por Manuel Huertas en su libro con una técnica paralela.
Algo así como una historia doble. Historia de la sabana y el Sinú y la memoria
oral de un personaje de corralejas y fandangos de principios de siglo que le
dio nombre a un porro y se convirtió en símbolo del folclor sabanero;
aprovechando la narración novelada para acercarnos a unos hechos
histórico-políticos de importancia en la región, en la que existe una simbiosis
cultural que rompe con las líneas divisorias, imaginarias y convencionales de
los mapas, aproximando, más que separando, toda una gama de elementos comunes.
Pola Becté
En cuanto al personaje en sí, yo diría que más que su
historia, es una biografía de su nostalgia. El recuento de la vida de un mito que tuvo su apogeo y su
decadencia: Hipólita Berté. Una mujer que murió al fin, un día de junio de 1937
cuando ya no sabía qué ni quién era, “si porro, mujer o leyenda”.
Sin duda alguna, Pola
fue una mujer de útero caliente y espíritu alegre, que sin embargo, al parecer, tuvo su ética profesional: pocos
maridos de planta y libertad de escogencia, lo cual se deduce de la escueta contestación dada a su hermana Carmen
algún día en que trató de aconsejarla: “No
creas que soy como dicen, ni lo aflojo tan fácilmente… “
Pero, -cosas de este
perro mundo- como sucede con casi todos los personajes de esta clase, María
Barilla finalizó su vida lavando y planchando ajeno y murió de tuberculosis.
Pola terminó sus días en la miseria y murió de hambre, tratando de explicarse su
soledad con la superstición, aunque… a pesar de todo, con el ánimo suficiente
para pedir que la enterraran con bandas, acordeones y gaitas, tocándole su
porro. Ese que dice: Pola Becté/ Pola
Becté/ La fama te la quité…/
Publicado en El
Universal Dominical, Cartagena, domingo 26 de noviembre de 1989.
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