EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO.
Por Rúber Burgos Alvis.
Quizás sea un desafío para los sentimientos introducirse en la máquina del
tiempo para buscar recuerdos sin que nos asalte la nostalgia. Es algo
inevitable.
Empecemos por decir que a mediados de los años sesenta, si no nos falla la
memoria, Claudio Naranjo Flórez (Machalo), un gran visionario para los
negocios, que llevaba la música por dentro, asociado a un grupo de empresarios
naturales, trajeron por primera vez a Chinú, con el propósito de inaugurar la
incipiente caseta popular “El Tamarindo” la agrupación musical “Antolín Lenes y
su Combo Orense”, con fama a cuestas y ostentando Disco de Oro, por sus
recientes éxitos La Tabaquera, Sonia, La Aventurera y otros, vocalizados
prodigiosamente por Lucy González y Carmen Bedoya (invidentes); números éstos
que serían internacionalizados poco después por Cheo García con el respaldo de
la orquesta Billo’s Caracas Boys, de la hermana república de Venezuela. Este
sería el punto de partida en materia de espectáculos bailables.
Se entraría posteriormente a competir en las festividades novembrinas con la
caseta Palacé, de Carlos Sierra. A Sincelejo llegaría la Mataecaña, cuyo
animador oficial era el inconfundible Sady Rojas. Era la época de apogeo de
Alfredo Gutierrez, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Pello Torres, La Casino
Tropical, Lisandro Meza, Calixto Ochoa, Los Corraleros de Majagual, Los
Graduados del loco Gustavo Quintero, Aniceto Molina, Rubén Darío Salcedo,
William Molina, Julio de la Ossa, y la Armonía San Rafael de Chinú, también
recién premiada con Disco de Oro
II
A principios de 1971, en trance de empresarios novatos del espectáculo,
constituiríamos con mi hermano Fredy, y el respaldo financiero del Club
Gallístico – Caseta El Tamarindo, la firma, “Organización Hermanos Burgos
Alvis”.
La Primera Feria Regional del Gallo Fino estuvo amenizada por Toño Fernández y
Los Gaiteros de San Jacinto, los más auténticos juglares de las antiguas
sabanas de Bolívar, quienes ya contaban en su haber con una gira realizada por
la Unión Soviética y varios países europeos, con el Ballet Folklórico de Delia
Zapata, en compañía de su hermano Manuel Zapata Olivella, médico, escritor y
antropólogo de reconocido prestigio.
La fiesta patronal del 24 de octubre contó con la presencia de Aníbal Velásquez
y su conjunto, la Banda Armonía San Rafael y el Negrito Enrique Díaz, el del
Rico Cují, en piqueria improvisada con Rúgero Suárez.
Aníbal, “El Mago del Acordeón” como le llamara Luis Enrique Martínez, volvería
nuevamente el 22 de noviembre de 1971, con su hermano José Velásquez (Cheíto);
Juan Bautista Serrano (El Pato) en la batería; Fabriciana Meriño (Faby), única
mujer interprete del acordeón en ese entonces, oriunda de El Molino,
departamento del Cesár.
III
Más adelante, otros empresarios contratarían a Alfredo Gutiérrez, Los Betos,
Los Hermanos Zuleta.
En 1974, Jairo Fuenmayor traería a Pedro García y Los Cañahuateros a la Caseta
Vendaval, cuyo nombre fue tomado de una telenovela donde actuaba el samario
Franky Linero, como Míster Strange, referente a los sucesos de la zona
bananera, que copaba sintonía en ese entonces.
Creemos necesario contar estos antecedentes a las presentes generaciones, pues
de cualquier manera fueron incidiendo en la dinámica social de nuestras
costumbres y ambientando nuevas posibilidades, hasta llegar en 1984, con
ocasión de los 450 años, a la fundación del Primer Encuentro de Acordeoneros y
Compositores, que en este año 2002, consolidado como uno de los mejores festivales
de Colombia, llega a su XIX versión, dedicada al Departamento de Córdoba en su
50 Aniversario.
Este año, el festival ha querido abrir un amplio espacio para hacerle un
merecido reconocimiento a Aníbal Velásquez Hurtado y su conjunto, un artista y
una agrupación que están metidos desde hace mucho tiempo en el corazón de los
chinuanos, quienes con su abundante repertorio de canciones han divertido por
más de 45 años a numerosos públicos del país y el exterior.
IV
EVOCACIONES.
A manera de ritual, hagamos un ejercicio de evocación: Han pasado más o menos
seis lustros. Estaríamos cruzando el umbral de los 20 años. Era noviembre y
había fiesta de toros en el pueblo. Eramos idealistas y románticos. Con la
sensibilidad a flor de piel. Un tropel incontenible se desparramaba en los
alrededores de la plaza. El cielo estaba diáfano y azul, sin embargo, se
percibían brisas de lluvia. El sol brillante anunciaba un día seco. Apenas
envidiable para la faena de la tarde. No obstante, el mayor interés de la gente
se centraba en el programa nocturno en la caseta. No había por qué extrañarse.
Volvía Aníbal Velásquez, que a decir verdad se convirtió desde su primera
presentación en un ídolo indiscutible para los lugareños. Su dominio y el de
Faby en la digitación del acordeón eran innegablemente magistrales; el Pato
Serrano era un baterista endemoniado, la vocalización de Cheíto Velásquez y en
fin, toda la armonía y la sincronía del grupo habían cautivado al público,
contaban con verdaderos seguidores. La amplificación de sonido: una
especialidad. Estrenaba su tan anunciada “Acordeón – Voz”, traída del país del
sol naciente, con la última tecnología japonesa y un teclado electrónico, en un
escenario excepcional: La Caseta “El Tamarindo” (instalaciones del actual
Colegio Juan Jacobo Rousseau). El arribo, en horas del mediodía, de una buseta
de lujo de Empresa La Costeña, hizo vibrar de contento a todo el mundo. Llegaba
procedente de La Arenosa. El gentío se olvidó de los toros y siguió a los
artistas hasta el Hotel y Restaurante Roma, el mejor del momento, de los
sinceanos Héctor y Jairo Fuenmayor, parientes cercanos de Alfonso y José Félix,
los del célebre Grupo “La Cueva” de Barranquilla, que acompañó a García Márquez
en sus inicios de escritor. Como era de esperarse, por la noche la caseta se
llenó a reventar. Las parejas apretujadas se transmitían la voz del corazón
bajo el éxtasis hechizante del amor con su mejor repertorio de canciones. Entre
ellas: Felicidad, Rondando Tu Esquina, Hace Tiempo, Navidad, Faltan Cinco Pa’
Las Doce, La Vieja Cachiporra, El Perro Zapato Blanco, Guaracha en España, El
Turco Perro... y otras, que nos hipnotizaron hasta la madrugada del 23 de
noviembre, fecha en que Faby se fue al cielo en un absurdo accidente acaecido
en Loma de Piedra, sitio empinado, lleno de curvas peligrosas, muy cerca de
Turbaco, llegando a Cartagena. Todavía nos está doliendo su partida...(!).
Chinú, octubre 21 de 2002.
Pie de foto
José Velásquez, Anibal D’ Luys Polo y Faby Meriño (q.e.p.d.) primera mujer
acordeonista, oriunda de El Molino – Cesár. Hacía parte de la agrupación de
Aníbal Velásquez. Faby pereció el 23 de noviembre de 1971en un absurdo
accidente.
De derecha a izquierda, Aníbal Velásquez, en pleno apogeo de su carrera
artística, 1971. acompañado de Enrique Díaz, quien sostuvo una larga piquería
con Rúgero Suárez. Fredy y Rúber, empresarios de la organización Hermanos
Burgos Alvis. Tarima Caseta el Tamarindo.
De izquierda a derecha, Faby Meriño y Amparo Quiceno en un debut especial en la
presentación de Aníbal Velásquez. 1971.
El magistral Toño Fernández, Mañe Serpa, Juan Lara y Catalino Parra,Nicolás
Hernández, integrantes de Los Gaiteros de San Jacinto, amenizando la primera
concentración gallística en el Club El Tamarindo de Chinú, en compañía del
empresario de espectáculos Rúber Burgos Alvis. 1971.
Banda Armonía San Rafael de Chinú 1952. De pie: Héctor Bettín, Guillermo Vélez,
Antonio Mendoza, Gregorio Arnedo, Pedro Arrieta, Miguel A. Moscote. Sentados:
Guillermo Arcón, Rafael Nassiff (Zaléh), Leovigildo Díaz, Manuel (mane)
Naranjo, José Simanca y Miguel Simón Naranjo (yaye). Esta banda fue partícipe
de todas las presentaciones, alternando con todos los conjuntos que arribaban a
Chinú, entre ellos Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez, entre otros. Alcanzaron
disco de oro Phillips. Foto reproducida por Néstor Callejas Vega. Foto Estudio
Centro.
El anterior material gráfico fue cedido por Rúber Búrgos Alvis.
lunes, 23 de noviembre de 2020
EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO Publicado revista impresa Festival de Acordeoneros y Compositores 2002. XIX Versión.
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