Mitos de
Semana Santa
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PROHIBIDO
AMARSE EN CUARESMA
Por Rúber
Burgos Alvis
Para fines
de marzo ya rueda la hojarasca. La brisa corre veloz sobre la piel, los techos,
la arena y la sabana. Se siente su caricia suave y fresca. Esta costa
bullanguera, tropical y alegre está en pleno verano. Un agradable rumor de
música caribe parece soltarse de árboles y palmeras cuando los mece el viento.
El batir de las hojas suena como maracas.
Por las
mañanas, un sol de pestañas largas y miradas radiantes nos penetra en el alma
reconfortando el cuerpo. Sus rayos dorados y rojizos lastiman la densidad de la
bruma blancuzca, obligándola a despejar el día. Diluyéndola con su resplandor
de oro y coral.
Un manto de
mariposas amarillas parece haberse escapado de “Cien Años de Soledad”.
Las
cocineras y los chupahuevos cruzan en rápido vuelo casi a ras de tierra.
Han
florecido los robles y los cañahuates. También los matarratones, clemones y
abetos. Según el aforismo: “Cuando florece el matarratón las mujeres se
alborotan.
En este
ambiente bucólico se enmarca la cuaresma del pueblo, que para mí siempre ha
tenido un cierto toque de misterio y de superstición.
En los
montes, que se tornan tristes por estos
días, los yolofos, canarios y bajeros, con el resonar de sus alas sobre los
arrozales y el chillido zumbón de las chicharras nos llenan de nostalgia.
Al avanzar
las horas, el humo de las quemas vuelve a enturbiar el cielo. Algunas nubes
como motitas de algodón salpicado pronostican las lluvias de abril. El azul
intenso y diáfano se empaña como un espejo con el vapor del aliento.
Cuando cae
la tarde, el cuarto creciente de la luna con sus cuernos de punta, se
transparenta a través de los celajes color pardo cenizo que surcan el espacio.
Irremediablemente
nos transportamos a los años de infancia.
Cuando
niños, el Viernes Santo, a las 12 en punto del mediodía, caminando en puntillas
y en absoluto silencio, veíamos que del tronco del limón del patio estallaban
unos botones casi al reventar, de los cuales sacábamos con la punta de un
cuchillo o de una navaja, unas bolitas que llamábamos “higas”, que después
servían de amuleto a los recién nacidos para protegerlos del “mal de ojo”.
Recuerdo que
se nos atemorizaba con el diablo, que según los mayores, permanecía escondido
detrás de las puertas, debajo de las camas y en los rincones de la casa y del
patio, durante la cuaresma. Existía la creencia de que al ordeñar, en vez de
leche, la vaca daba sangre. Pegarle al hermano menor era como pegarle a
Jesucristo. No se podía cortar leña, pues se cortaba al Señor.
Era
prohibido hacer el amor el Viernes Santo… !
Pareja que
se arriesgara corría el peligro de quedar unida por la verija por el resto de
su vida.
De allí la
curiosidad incontenible, ya adolescente, de mirar la película: “Las Pirañas
Aman en Cuaresma” , cuyas imágenes y escenas nunca se borrarán
de mi memoria; además de haberme ayudado a romper con el mito.
Período de
abstinencia
A más de la
abstinencia sexual, en Semana Santa se prohíbe comer carne de cerdo y de res.
Se permiten sustitutos como el bagre, que a veces lo confunden con babilla; la
hicotea, guisada o en garapacho; mote de
palmito amargo; de fríjol; de queso o de guandul; ensalada de palmito dulce.
En cualquier
casa que se visite en esta época brindan chicha de corozo, de maíz, agua de
masa, conserva o calandraca (el mongo-mongo de los monterianos, dulce de papaya,
de guayaba, de ñame o de coco rallado.
Por fortuna,
acompañado de buena música, pues, antes sólo se permitía escuchar música clásica,
que causaba modorra.
Toda esta gastronomía,
en su mayor parte, se prepara y mantiene en ollas, moyos y tinajas de barro
cocido, cuya técnica artesanal, legada por nuestros antepasados indígenas
recibe el nombre de Cerámica, la cual se trabaja en Chinú, con muy buena
calidad.
La Iglesia se
encarga de la parte religiosa, con celebraciones litúrgicas (Marzo 27-Abril
3-88), que rememoran la Vida, Pasión y Muerte de Jesús, llamado también el
Galileo.
Los
chinuanos, no podremos ver esta vez en el cine, en copia nueva, “El Mártir del
Calvario”, por hallarse cerrado indefinidamente el Teatro Diana, única sala de
proyecciones que existe en el lugar.
Publicado en
el diario El Universal, Cartagena, jueves 31 de marzo de 1988.
El Meridiano de Córdoba, Montería, domingo 5
de abril de 1998.