miércoles, 21 de agosto de 2019

EN EL MARGEN DE LA RUTA Por Rúber Burgos Alvis


EN EL MARGEN DE LA RUTA

Por Rúber Burgos Alvis

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“Y ahora recuerdo una película… yo siempre recuerdo las películas porque las películas están llenas de sueños…” (ACS)

Cuando estreché su mano delgada y delicada de señora de bien, sentí un corrientazo veloz por todo el cuerpo. Por mi sangre corrió con fuerza la descarga vital de su energía y creí oír el estruendo de su carcajada feroz y ver el desorden de su cabello espeso, largo y alborotado. Y lo vi caminar con los brazos abiertos, bien extendidos, para darle un abrazo a su amigo de siempre, que lo esperaba con expresión feliz, apuntándole a quemarropa con el índice de su mano derecha, en el aeropuerto de Barranquilla, una tarde lejana, hace más de veinte años.

II

El milagro metafísico de la irradiación producido en estado de trance que provocó la extraña sensación y la sucesión de imágenes en el cinematógrafo de la conciencia percibido al contacto de la mano fina y fraternal de Teresa Manotas (La Tita), esposa de Álvaro Cepeda Samudio, se origina del otro lado de la cortina, casi al cumplirse veinte años de la muerte de éste, ocurrida en un hospital de Nueva York el 12 de octubre de 1972.

Fue, por describirlo de alguna manera, algo así como una fugaz e involuntaria sesión de espiritismo en que su esposa sirviera de médium.

III

En efecto, Álvaro o “el cabellón Cepeda”, como le llamaban sus amigos cercanos, poseía una vitalidad extraordinaria –casi sobrehumana, decía Germán Vargas- que le permitió vivir a plenitud sus 46 años (había nacido el 30 de marzo de 1926).

IV

Tenía un temperamento explosivo, volcánico, enemigo de la rutina y de la parsimonia, irreverente, iconoclasta, poco convencional.

En el tumulto vital de  Álvaro  son muchas las contradicciones que brotan. Fue intelectual y hombre de negocios, izquierdista vinculado a una de las más poderosas organizaciones capitalistas nacionales (el grupo Santodomingo),  evangélico púber y adulto descreído” –apunta Daniel Samper Pizano en el prólogo de la Antología de su obra publicada por Colcultura en 1977.

Su impulsividad lo llevó a aconsejar en una de sus notas sobre literatura que data de 1961 que: “Cuando se tiene algo que decir debe decirse a gritos: con palabras de toda clase, sin sujeción a reglas académicas: abiertamente: deben tomarse las palabras y a puñetazos estridentes obligarlas a ilustrar la idea”.

Esta muestra nos deja bien claro que Álvaro Cepeda Samudio, también como Cortázar y muchos otros, fue un Cronopio crónico: exponente del espíritu libre, creativo, improvisador, trasgresor de las reglas acartonadas.

Dentro de las excentricidades de este gran escritor y periodista fogoso, poeta, publicista, compositor de canciones, cuentista, novelista, crítico, guionista y actor de cine, deportista, político apasionado y mamagallista empedernido, tenemos que se atrevió a usar el cabello largo cuando los hippies ni siquiera habían aparecido y a salir por la Carrera Séptima de Bogotá con zapatos blancos y sin medias; a hablar en voz alta en la capital del altiplano hasta escandalizar el recato de los señoritos santafereños y provocar a través de una encendida crónica periodística la iracundia del expresidente Lleras Restrepo cuando vino en su gobierno a inaugurar unas obras imaginarias al municipio de Repelón, en la Costa Atlántica. “Era por encima de todo, un costeño insobornable”.

V

En opinión de Samper Pizano, quizás el mejor de sus cuentos sea “Hoy decidí vestirme de payaso”. También dice Samper que su primer viaje a los Estados Unidos, sus repetidos regresos y su contacto permanente con la cultura norteamericana a través del cine, la prensa y las revistas, lo vincularon a la literatura cosmopolita de los Estados Unidos. Y que, a la larga y a la corta Cepeda tiene más de Updike, de Mailer o de Bellow, que del Faulkner que le adjudican.

Para mí, el cuento “En la 148 hay un bar donde Sammy toca el contrabajo”, es de corte Cortazariano. Hay mucha similitud con el Johnny Carter de “El Perseguidor” de Cortázar. El músico de jazz que pierde su saxo en un vagón del metro de París. Todos sabemos que Cortázar se refiere aquí al famoso saxofonista Charlie Parker, y que ha reconocido en el protagonista del relato al digno antecedente de Horacio Oliveira el de Rayuela, su novela más perfecta.

No olvidemos que Cepeda conoció muy temprano al uruguayo Felisberto Hernández y a Julio Cortázar mucho antes de producirse el boom.

Leamos lo que dice Germán Vargas en su columna “Un día más” del 10 de septiembre de 1989: “En 1951, ya ausente Cortázar de Buenos Aires, la editorial Sudamericana publicó su `primer libro de cuentos: “Bestiario” que poco después fue leído por unos cuantos muchachos barranquilleros que harían `parte de lo que más tarde se llamó el “Grupo de Barranquilla”.

VI

El amigo, más que amigo casi hermano, que viniera a esperarlo al aeropuerto de Barranquilla en una de sus tantas idas y venidas de los Estados Unidos, hace más de veinte años, era obviamente Gabriel García Márquez, quien lo inmortalizó, lo mismo que a los otros compañeros del Grupo de Barranquilla, en las páginas de esa obra maravillosa llamada “Cien Años de Soledad”.

Nótese, por ejemplo, el siguiente pasaje de la aludida novela: “La primera noche que el grupo visitó aquel invernadero de ilusiones, la espléndida y taciturna anciana que vigilaba el ingreso en un mecedor de bejuco, sintió que el tiempo regresaba a sus manantiales primarios, cuando  entre los cinco que llegaban descubrió un hombre óseo, cetrino, de pómulos tártaros, marcado para siempre y desde el principio del mundo por la viruela de la soledad… Era Pilar Ternera” (pag.382 Ed. Oveja Negra).

Y más adelante: “Sentada en el mecedor de bejuco, ella evocaba el pasado, reconstruía la grandeza y el infortunio de la familia y el arrasado esplendor de Macondo, mientras Álvaro asustaba a los caimanes con carcajadas de estrépito…”

Siempre que se hable de Álvaro Cepeda Samudio hay que hacer obligatoria referencia del Grupo de Barranquilla, de La Cueva, de Eduardo Vilá, de José Félix Fuenmayor y de don Ramón Vinyes, el sabio catalán de Cien Años de Soledad, que figuraba en la Enciclopedia Espasa, y quien les recomendara en una de sus cartas llena de nostalgia y desilusión, luego de regresar a su patria, que, en cualquier lugar donde estuvieran “recordaran siempre que el pasado era mentira y que la memoria no tenía caminos de regreso”.

VII

También hay que referirse con especial atención a Alejandro Obregón, de quien Álvaro dice en el reportaje titulado “Entrevista con Obregón” que… “es el único hombre a quien confiaría mis hijos para siempre”.

En este reportaje, para mí el mejor de sus reportajes, Álvaro Cepeda Samudio hace gala de su técnica periodística truculenta, de su toque nadaísta, (porque hay nadaísmo en él), de su existencialismo criollo, de su cortazarismo, de sus deliciosas groserías y, en fin, de las preguntas y respuestas graciosamente insolentes.

Hay que afirmarlo sin temor: ¡es un reportaje fuera de serie!.

Veamos:

-Mano, ¿te gusta escribir?
-A mi sí, pero no me da la gana.

-Y a ti te gusta pintar?
-A mi no, pero me da la gana.

-Ahora si vamos por donde es

-¿Y de la vida?
-Primun Vivere y en después philosofare

-Pero eso no es griego: Es cienaguero: El que se murió se jodió.

En 1954, año en que se  editó su primer libro de cuentos, “Todos estábamos a la espera”, apasionado por el cine, Álvaro filmó el cortometraje “La langosta azul, del cual fue guionista, codirector, coproductor y actor.

En 1958 termina en Cartagena la primera parte de “La Casa Grande”, correspondiente al diálogo de los soldados.

Ya antes había organizado el Cine-Club de Barranquilla, en 1957. En 1961 se posesiona como editor del Diario del Caribe. En 1962 se publica por Ediciones Mito, “La Casa Grande”. En 1972 filma los cortometrajes, “Carnaval de Barranquilla 1972”,  “La Subienda”, y otros documentales.

VIII

Para la fecha de su muerte, las carteleras de cine de Bogotá y otras ciudades del país anunciaban la exhibición de los filmes “Mazurca en la cama”, “La Naranja Mecánica”, “Doctor Zhivago”, “Una tarde de lunes”,”Adios Berlín” (Cabaret) y el éxito cinematográfico del momento, basado en la excelente novela de Mario Puzo, acerca de la mafia de los Estados Unidos: El Padrino, bajo la dirección de Francis Ford Coppola, cinta en la cual, el insuperable Marlon Brando se adueñó del personaje con su espectacular interpretación. Nota al margen: ¿Qué tanto influyó esta película en la mentalidad de los colombianos?.

En este momento, Álvaro Cepeda preparaba los guiones para filmar su novela “La Casa Grande” y el cuento “El Ahogado más hermoso del Mundo”, cuya paternidad comparte con García Márquez. El cine era en ese momento su mayor pasión y a fe que lo estaba logrando.

IX

El 11 de enero de 1991 me pareció providencial el retorno de García Márquez a la Bahía de las Ánimas, vino al mismo lugar del viejo mercado de Cartagena, donde queda ahora el Centro de Convenciones, donde años atrás concurría con un cigarrillo en la boca a tomar tinto en las mesas de fritos para espantar el sueño y calmar el frío y el hambre de media noche cuando era un joven reportero de El Universal. Ahora llegaba en otras circunstancias, rodeado de un aura de misterio y grandeza, encerrado en su círculo de tiza. Ahora sus libros se reproducen y se venden de la misma manera vertiginosa como se multiplicaban los conejos de Petra Cotes.

El objeto de su retorno: la entrega del Premio Eduardo Carranza de Literatura, del cual fue jurado con Arturo Uslar Pietri, Carlos Fuentes y otros al español José Antonio Gabriel y Galán, en acto muy solemne, llevado a cabo en el Auditorio Getsemaní.

Allí estuvieron con él sus entrañables amigos del Grupo de Barranquilla: Obregón con su cuello de toro, el inolvidable maestro Germán Vargas (el otro sabio catalán), el inmenso Alfonso Fuenmayor, Juan B. Fernández Renowitzky, dicharachero como siempre; su inseparable esposa Mercedes (La Gaba). Me asombró la contextura fuerte y maciza de roble viejo y el enorme tamaño de la cabeza de García Márquez.

No estaba Álvaro Cepeda Samudio. Pero sí estaba remplazando su presencia física la Tita Manotas de Cepeda. Allí la conocí, allí estreché su mano suave y delicada de señora de bien, gracias a la deferencia de Germán Vargas. Gracias a ella, él también estuvo con nosotros.


No puedo dejar escapar que a la entrega del premio también asistieron los hijos del gran poeta piedracielista Juan y María Mercedes Carranza; ésta con su eterna frescura angelical; ni puedo dejar de observar que, de acuerdo con las manifestaciones espontáneas de simpatía y las expresiones de la gente, Belisario tiene más popularidad que el Presidente Gaviria, y que a García Márquez lo quieren más que a Gaviria y Belisario juntos, tanto que, en un mínimo descuido, para salvarse del asedio constante, tuvo que escapar del centro de convenciones a toda velocidad en su automóvil particular.

X

Es bueno registrar que a fines de octubre de 1972 aparece la edición póstuma de “Los Cuentos de Juana”, con ilustraciones de Obregón, escritos en su mayor parte en Nueva York. También, que Álvaro Cepeda escribía en 1947 una columna titulada “En el margen de la ruta”, en el vespertino barranquillero, El Nacional, que dirigía Julián Devis Echandía.

XI

La revista Cromos publicó una semana después de su fallecimiento una crónica del periodista costeño Juan Gossaín titulada “Los funerales del hermano grande”, que guardo desde hace veinte años con un celo neurótico, en el fondo de una cajita de cartón donde tengo unos libros. De ella tomé algunos datos para este artículo.

XII

Si en este momento le hiciéramos una entrevista a Álvaro Cepeda Samudio, tal vez contestaría así a nuestras preguntas:

-¿Por qué acabaste de vivir?
-“Porque en el fondo no me importaba nada la inmortalidad”.

-¿Por qué decidiste marcharte al otro mundo?.
-“Porque todos los payasos se vuelven hacia mí y me miran con rabia”.

-¿Por eso tan sencillo?
-“Es que a mí ha comenzado a cansarme esta forma que tienen de mirarme cuando hago algo que ellos creen que no estás bien”.

-¿Y por eso te has ido?
-¡”Por esto me he salido de la pista y he resuelto situarme en el margen de la ruta”!..

Chinú, septiembre 9 de 1992.



Publicado en:
El Universal Dominical - Cartagena, domingo 25 de octubre de 1992

Reconocido por Teresa Manotas de Cepeda (Tita de Cepeda) en nota publicada en la Sección BUZÓN del Diario EL UNIVERSAL el miércoles 9 de diciembre de 1992.

Publicado en la revista Córdoba Cultural Nº1

El Meridiano Cultural- Montería,  domingo 19 de octubre de 1992



EN EL MARGEN DE LA RUTA EL UNIVERSAL DOMINICAL 1992. Publicado por RUBER en 10:21 · Enviar por correo ... Archivo del blog. 2019 (9).

PARA UNA BIBLIOGRAFÍA DE y SOBRE ALVARO CEPEDA SAMUDIO Ariel Castillo Mier* Revista HUELLAS 51-52-53 MCMXCVII-MCMXCVIII - Universidad del Norte numerales 34 y 35 Página 130 y 131... Burgos Alvis, Ruber. "En el margen de la ruta", El Universal Dominical Cartagena 25 de octubre de 1992: Burgos Cantor, Roberto, "El que se vistió de payaso", El Colombiano, 5 de agosto de 1988...

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