lunes, 15 de agosto de 2011

EDITORIAL(*)
FESTIVALES E IDENTIDAD CULTURAL
Por: Rúber Burgos Alvis.
Especial para EL UNIVERSAL


Han pasado veinte años desde aquél 20 de octubre de 1984, fecha del I FESTIVAL DE LA CANCIÓN Y ACORDEONEROS 450 AÑOS DE CHINÚ. Frescos aún en la memoria imágenes y recuerdos. “... No es fácil chicotear el tiempo, comprimir la historia y contarla en segmentos”, aseverábamos diez años atrás. Pero no puede ser de otra manera –decíamos-- . “Hay que intentarlo. Es necesario penetrar en los senderos escondidos del recuerdo. Recuperar imágenes y palabras. Recrear los hechos”. Diez o veinte años —efectivamente— no son muchos, pero sí suficientes para torcerle el rumbo a la vida, confirmamos hoy, cuando en el 2004 Chinú cumple 470 años de descubierto por Don Alonso de Heredia el 24 de octubre y el Festival llega a su vigésimo aniversario y a la versión XXI, oxigenado y fortalecido, con el nombre institucional de “FESTIVAL DE ACORDEONEROS Y COMPOSITORES” y con el eslogan: “Un reencuentro con Chinú”.

Es propicio el momento para hacer un balance por parte de actores y espectadores, centrado en los siguientes componentes:
1. Importancia y trascendencia del festival
2. Aprendizajes significativos o logros
3. Puntos críticos y propuestas

En el lapso transcurrido ha surgido en la región y en el país, y tomado fuerza, una encendida y apasionada polémica en torno a tendencias o escuelas musicales que debe resolverse, o por lo menos intentarse, de manera sana y conciliatoria.

Dicha controversia se inicia a partir del libro “VALLENATOLOGÍA” de Consuelo de Molina, publicado en 1973 y reeditado en 1978, en el cual clasifica, a su leal saber y entender tres escuelas: EL VALLENATO – VALLENATO, EL VALLENATO – BAJERO y EL VALLENATO SABANERO.

Sin querer terciar desde el principio en la discusión, para zanjar diferencias, de entrada transcribimos el siguiente párrafo de la nota de presentación: “Estas páginas no tienen pretensiones literarias ni intentan sentar cátedra sobre folclor ni crear dogmas acerca de la música vallenata, me he decidido hacerlas conocer por tres motivos para mí suficientes; PRIMERO: porque uno defiende siempre lo que más ama; SEGUNDO, porque la importancia y auge que tiene el vallenato actualmente no permiten mantenerlo más tiempo sin, por lo menos intentar una investigación sobre los orígenes, fundamentos y razones que lo crearon y lo mantienen; y TERCERO, porque después de permanecer largo tiempo investigando y reuniendo datos, pienso que no vale la pena dejarlos indefinidamente durmiendo en el cajón del olvido... Para que sirvan a otras personas más idóneas y mejor documentadas que los refuten y contradigan hasta cuando se haga luz total sobre la verdad completa de la música vallenata... Vallenatísimamente, Consuelo de Molina.”

Adolfo Pacheco Anillo, uno de los más grandes compositores de la costa del caribe colombiano aboga por el llamado “Vallenato Sabanero”, tipo de música de acordeón que se interpreta en lo que fue el antiguo departamento de Bolívar. El autor de El Mochuelo, El Viejo Miguel, La Hamaca Grande y otros éxitos plantea que la expresión musical “Vallenato Sabanero” lo que designa es una especie y no un género, como es lo que él llama “La Música de Acordeón”. Reconoce que la sabana ha asimilado mucho del vallenato auténtico y también ha hecho una gran contribución para que estas expresiones musicales en el acordeón le hayan dado la vuelta al mundo y hayan contribuido a la formación de la verdadera identidad costeña.

Ariel Castillo Mier, docente e investigador de la Universidad del Atlántico, en un ensayo titulado “CAMILO NAMEN: EL CANTO VALLENATO QUE SABE REIR” dice que “para los amantes, seguidores o la fanaticada del vallenato, en nuestros días distinguir la voz de un cantante o la rutina de un acordeonero se ha convertido en un problema casi insoluble: todos se parecen, se podrían intercambiar casi sin riesgos.”

Félix Carrillo Hinojosa, en un trabajo titulado: “EN QUÉ QUEDAMOS... ¿MÚSICA VALLENATA O DE ACORDEÓN” hace referencia a los aportes expresados por diversos autores en el libro “MOCHUELOS CANTORES DE LOS MONTES DE MARÍA LA ALTA” del filósofo san jacintero y profesor universitario Numas Armando Gil Olivera, en donde además de hacer un análisis sociológico de esa región caribeña, recoge los testimonios de dos creadores de la cultura musical colombiana como son: Adolfo Rafael Pacheco Anillo y Ramón Vargas Tapia (q.e.p.d.) más conocido como El Compadre Ramón”.

Finalizando su trabajo, Carrillo Hinojosa se va lanza en ristre en contra de Simón Martínez Ubárnez, Ariel Castillo Mier y el periodista Alfonso Hamburguer, autor del libro “EN COFRE DE PLATA”, reprochándoles algunas conjeturas.

Eduard Cortés Uparela en un correo electrónico dirigido desde Sahagún a “FLASH” (Edgar García Ochoa), un periodista de Colosó, con mucho prestigio en Barranquilla, hermano de Jorge García, refuta al periodista Daniel Samper Pizano y plantea que: “El vallenato sabanero no existe: existen la música sabanera y la música vallenata, con elementos y ritmos comunes, pero distintos en su ejecución”.

Humberto Mendieta, al leer el correo enviado a FLASH (quien se lo enseñó) escribió a Eduard Cortes: “No soy sabanero. Soy barranquillero, pero fundamentalmente costeño. Estoy de acuerdo contigo. El vallenato actual no aguanta mucho análisis ni juicios... los especialistas y folcloristas vallenatos andan avergonzados... pero más que una discusión de regiones y de origen .... es destacar a ese gran músico que es Adolfo Pacheco. “La Hamaca Grande es un himno”.

El historiador Julio Oñate Martínez, ratifica en su libro “EL ABC DEL VALLENATO” que “todo lo que se interpreta con el acordeón no es vallenato”.

Finalmente, como para cerrar la controversia, Adolfo Pacheco, en un extenso ensayo EN DEFENSA DEL VALLENATO SABANERO, titulado “ALEGRE SERENATA CON MÚSICA DE ACORDEÓN”, publicado en Lecturas Dominicales del diario EL TIEMPO, el 29 de abril de 2001, nos dice: “Pese a las pequeñas diferencias, juntos hemos construido un género musical que es orgullo de Colombia. Pero al contar la historia, la balanza, manejada por la prensa nacional, algunos estudiosos, expedientes y célebres escritores con muy pocas excepciones, han tenido la mala costumbre de inclinarse demasiado a un solo lado.”

El viernes 4 de noviembre de 1988, en el marco del V FESTIVAL DE ACORDEONEROS Y COMPOSITORES, se llevó a cabo a partir de las 9:00 de la mañana en las instalaciones del Colegio San Francisco de Asis, el FORO FESTIVALES E IDENTIDAD CULTURAL, organizado por la Casa de la Cultura de Chinú y la Oficina de Divulgación Cultural de Córdoba, dirigida por el investigador y sociólogo Víctor Negrete Barrrera, con el sano propósito de analizar los alcances de éste y otros eventos de la misma naturaleza que existían y existen en el departamento y la región, para difundir y afirmar las expresiones folclóricas del Caribe Colombiano.

Intervinieron allí, además de Negrete Barrera, quien habló de la necesidad de un Plan de Desarrollo Cultural, el Arquitecto e investigador sucreño Manuel Huertas Vergara (q.e.p.d.), que habló de Estrategias para conservar lo autóctono en los festivales; el médico sahagunense Carlos Buelvas Aldana, quien después sería Gobernador del Departamento de Córdoba, muy versado en asuntos relacionados con la música de acordeón; William Fortich Díaz, principal inspirador y fundador con otros del Festival del Porro en San Pelayo, habló acerca del papel de las bandas de música de viento; Guillermo Valencia Salgado (Compae Goyo) q.e.p.d., quien ofreció un recital y presentó su libro CÓRDOBA SU GENTE Y SU FOLCLOR. También los organizadores del certamen, del festival y el Grupo Takasuán.

Vemos este año con alborozo, que para el día sábado 30 de octubre está programado un Conversatorio Sobre La Importancia de la Música en el Concierto Nacional Y Regional a partir de las 10.00 am en la XXI versión del festival.

Proponemos nosotros que ese conversatorio lleve éste y los próximos años el nombre institucional de FESTIVALES E IDENTIDAD CULTURAL, que sirva como escenario para debatir sana y constructivamente todo lo relacionado con el tema, ventilar civilizadamente la polémica planteada acerca de si es vallenato o música de acordeón, invitar a investigadores reconocidos como los citados y seleccionar unos ponentes centrales especializados, dentro de unos ejes temáticos específicos sobre la materia, para situar en alto el nombre de Chinú y su Festival.

Decíamos al principio que es propicio el momento para hacer un balance acerca de la importancia y trascendencia del festival en sus 20 años de existencia. Pensamos y creemos que nadie más apropiado para hacerlo que sus protagonistas, opinión pública incluida.

Sin embargo, es oportuno reconocer que el festival, al margen de personas, errores y aciertos ha aportado valiosas experiencias, dimensionando a Chinú y sus moradores más allá del concierto regional y nacional, todo lo cual ha sido posible gracias al esfuerzo, consagración y tenacidad de quienes han hecho y hacen posible, año tras año, la celebración de uno de los mejores eventos en su género en el país.

Chinú, Septiembre 1 de 2004. (*) Revista XXI Festival de Acordeoneros y Compositores de Chinú.

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